UGANDA

#lapublicacióndeltexto

Mi nombre es Irene García de las Hijas, mi gran afición en la vida es viajar, pero viajar en un sentido de vivir y entender ese lugar, por mi formación de arquitecta estoy segura que las circunstancias individuales de un lugar hace de este un sitio único. Esto pasa en Uganda, por la globalización me esperaba que la cultura iba a ser más similar a la que yo conozco, pero nada más lejos de la realidad.

El primer día que pisé Uganda, una chica llamada María me recibió, ella había sido voluntaria de la ong Rafiki-África desde enero pero había estado en Uganda varias veces. Los primeros días entendí que la cultura era totalmente diferente y que mi personalidad introvertida se estaba acentuando las primeras dos semanas, ya que fue muy fuerte el cambio. Siempre que me preguntan cómo ha sido tu experiencia, siempre respondo: cuando vas a Uganda, directamente te conviertes en una persona famosa simplemente por el simple hecho de ser blanca, vives en tus propias carnes el privilegio del racismo.

Cuando llegué al proyecto de Rafiki-África, un entorno medianero entre los dos pueblos rurales: Katwe y Kenziga fue conmovedor entender la situación en la que se encuentran aquellas familias. En este lugar la ong ha realizado una escuela de secundaria, otra de primaria y dos formaciones profesionales, una de corte y confección y otra de agricultura, con su respectivo comedor e internados. Lo fundamental de esta ong que confiere a la experiencia la sensación impregnada de libertad es la capacidad de elegir las áreas que más te apasionan. Por una parte amando profundamente la arquitectura, he tenido responsabilidades de supervisión de canalizaciones que se realizaron en la escuela. En estas comunidades la ausencia de agua corriente exige una solución de recogida de agua de lluvia en varios pozos, la cual es necesaria para alimentar a los estudiantes y profesores de la escuela. Además en los alrededores de este proyecto existió una iglesia católica que estaba en ruinas cuando llegué, únicamente existían los muros de ladrillo. Tuve la oportunidad de hacer el seguimiento de la obra aprendiendo y apreciando los métodos constructivos nada tecnológicos. Este se basó en una escucha activa de las necesidades de la comunidad y un profundo entendimiento de los métodos constructivos locales y sobre todo los tiempos del lugar. Por ejemplo, los ladrillos utilizados en todas las construcciones se fabrican y cuecen in situ.

Pero siempre he tenido una gran afición que ha sido la costura, durante mi etapa de bachillerato y mientras realizaba mi carrera de arquitectura, iba a clases extraescolares de corte y confección, por lo que, por las tardes, durante mi estancia de estos tres meses de voluntario, indagaba y realizaba cooperación entre las técnicas y métodos tradicionales que realizaba la profesora de costura y lo que yo sabía en cuanto de patronaje.

Esta experiencia enriquecedora tanto a nivel personal como profesional ha cambiado muchos aspectos de mi persona, he visto pobreza extrema y he entendido que la flexibilidad y el entendimiento de las circunstancias de cada persona y cultura es lo que trae paz.

Gracias a toda la gente del programa universitario que ha hecho esto posible, a toda la comunidad de Rafiki-África por esclarecer todo y acompañarme y en especial a los demás voluntariados en terreno que han contribuido a que sea una persona con más autoestima, a priorizar más la vida, haber podido expresarme y abrirme sin ser juzgada y además he conseguido muchísima más empatía.

Confío en que esta experiencia sea sumamente enriquecedora para aquellos que sigan o se unan en el futuro.